domingo, 8 de agosto de 2010

CONTRAPORTADA: Cuando la empatía se hace fuerte

Rocío Cadahía/Juan de Sola.- Los Perfiles del Estrecho van secuencialmente apareciendo y presentado sus elevadas intenciones de forzar cambios sin brusquedades en los diferentes ámbitos donde actúan. No resulta fácil ser una de esas referencias que renuncian a las tentadoras comodidades de la vida sin complicaciones aparentes.
Con algunos de esos perfiles, poco a poco, vamos conociendo en profundidad sus experiencias y lo más sorprendente esa capacidad de ver la realidad a través de los ojos de las personas más desfavorecidas en una situación injusta.

Hemos conocido ya esa capacidad en casos de Igualdad, Inmigración o Derechos Humanos, entre otros. Es una mimesis medida e inteligente para llegar hasta el sentimiento más recóndito y poder así ejercitar la empatía sin riesgo a las vacilaciones que lleven a la deriva un pesado buque con carga muy sensible en sus bodegas.

Fue el viernes cuando al mirar al estrecho, desde esta orilla, surgían las preguntas habituales: ¿Qué nos lleva a cruzar millones de litros de agua salada repleta de minas invisibles que atentan contra la vida? Una vez más, la respuesta o respuestas siguen desaparecidas en el limbo de la inmensidad.

Continuos intentos por ponernos en las constantes vitales, es decir vistiendo la piel del inmigrante, para conocer sus emociones, sensaciones y motivaciones en una travesía que, como los aviones al despegar, tiene un punto de no retorno. La empatía aparecía y desaprecia con autonomía y cierto antojo de domingo, en pleno viernes. Quizás las referencias de una vida cómoda y poco entregada a los altos sacrificios no nos permitirán llegar nunca hasta los miles de metros de profundidad necesarios para conocer todos los matices de un fenómeno social.

La impotencia inundó de realidad a la expedición con la misma fuerza del agua que cae por las compuertas de una presa al máximo nivel de su capacidad. El desolador paisaje nos abofeteó en las dos mejillas. Pero poca duración tuvo el efecto de aquellos golpes directos en la cara.

Comenzamos a trepar por las laderas de la ciudad de Tanger, abajo una vetusta plaza de Toros. Realmente, desconocíamos esta clase de colonización. Evidentemente la pregunta salió con un tono impulsivo: ¿Toros aquí? Una esperada contestación ratificó las sospechas de que aquello no era más que otra mala influencia importada.
El coche, forzado de revoluciones, nos demuestra lo abrupto de aquel terreno. A un lado, grandes mansiones, y al otro, inacabadas infraviviendas habitadas con minúsculas esperanzas de futuro.

Ante nosotros emerge el universo del inmigrante negro; aquel que después ahoga sus mejores deseos de vida golpeándose, sin saberlo, contra las costas del Estrecho hasta perecer en el intento. La presencia de una mujer y dos hombres europeos en un foco real de pobreza y marginalidad no pasan desapercibidos. La integración en el entorno no se resiste demasiado por que renace esa capacidad de hacer fácil, lo difícil. “Solo ellos/as conocen el secreto de la fórmula mágica”.

Entramos en un pequeño hábitat que puede medirse en un puñado de metros cuadrados. Todo esta pintado de azul (curiosamente como el color del mar). En frente, a lo alto, un viejo cementerio por el que pasean familiares y transeúntes, aparentemente, en dirección a ninguna parte. Dentro de la pequeña infravivienda dos mujeres y un niño que sonríe al mirarnos a los ojos. Son grandes, sinceros, ¡simplemente hermosos!

El inglés nos permite iniciar una discreta conversación. Fátima (una de las mujeres) se encuentra tendida en el suelo. No se encuentra bien, la pasada noche tuvo que ser atendida en un hospital marroquí por fuertes convulsiones. Aún así, nos muestra la cara más risueña mientras se lamenta disimuladamente en su interior de todo. Nos invita a sentarnos y compartir unos minutos en la humilde estancia.

Poco a poco, van apareciendo miembros de la comunidad. De Ganha, Camerún, Nigeria nos saludan personas concediendo el honor de ser bienvenidos, al mismo tiempo que los niños juegan alrededor de nuestras piernas. Miran hacia arriba rogando solo unos segundos de cariño y atención. “No es demasiado para tanta ternura concentrada”, pensamos.

Fuera se forma un corrillo, al fondo se encuentra Samuel. Nos mira con intensidad y siempre bajo la máscara de la sonrisa. Pasado un tiempo se dirige a nosotros y entona en inglés: “Ustedes son mis amigos” y se lleva la mano derecha al lado izquierdo, ese rincón del cuerpo donde se aloja el corazón.

En ese instante, logramos desatascar la tubería de la empatía. Mientras, nuestro guía y maestro, Boubker Hamitsi desaparece repentinamente. Ha escogido el camino de la farmacia para dotar el botiquín de la casa Fátima de los fármacos necesarios para su dolencia (Nos han contado que, en ocasiones, ha llegado descalzo a casa en días de lluvia). Las conversaciones cobran un tono de naturalidad, como si fuese habitual la presencia de blancos preocupados por las vivencias ajenas.

La empatía se hace fuerte en lugar, en el ambiente y logramos conectar pasadas unas horas con todos los integrantes de la amplia comunidad subsahariana. Confiesan con la misma sinceridad de siempre que lo intentarán “por el bien de la familia, sus hijos, por ello/as mismos/as”.

Sumado un tiempo de conversación, Samuel nos pregunta: “¿Ustedes nos entienden, verdad?” Un rápido ejercicio de empatía nos conduce a una reflexión que no concede demasiado espacio a la meditación y racionalidad. Y es que llegado el caso, ¿no haríamos lo mismo?

Fotografias: Antonio Grunfeld

4 comentarios:

  1. Muy impactante este reportaje, de verdad que te deja la cabeza caliente u los pies fríos.
    Enhorabuena, por saber enfrentaros a algo así.
    Roberto.

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  2. La verdad es que es difícil meterse en la piel de estas personas estando tan lejos, pero desde luego habeis sabido transmitir esa empatía a la que haceis referencia a lo largo del texto. Es conmovedor.
    Buen trabajo chicos. Ánimo!
    Loreto

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  3. Gracias Roberto y Loreto por vuestros comentarios!La verdad es que el equipo salio muy impactado despues del encuentro con estas mujeres,y es algo que queremos reflejaros. Mil gracias por estar ahi detras siguiendonos,desde aqui se aprecia muchisimo.
    Saludos desde Tanger.

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  4. La foto lo dice todo... enhorabuena compañeros... ya conoceis la receta para hacernos sentir orgullosos cada día...
    Desde la más sana de las envidias.. Felicidades!

    Roi

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